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                  Fué el siglo XIII para las Bellas Artes uno 
              de los más salientes en el Occidente, consiguiendo en él la Arquitectura 
              tal grandeza y esplendor en el mundo católico, que para formarse 
              idea de ello, basta recordar que algunos espíritus austeros llegaron 
              a escandalizarse de tanto esplendor, condenando en sus escritos 
              este desenvolvimiento y progreso artísticos con frases como esta: 
              "la Iglesia, consintiendo que en sus templos penetre el lujo 
              con la elevación de sus naves, la longitud de sus interiores, la 
              riqueza de los materiales empleados en ellas, con sus derroches 
              en esculturas y pinturas, tapizando y pintando sus muros y sus portadas 
              no hace otra cosa que cubrir de oro sus paredes y dejar a sus hijos 
              sin vestidos". Pero estos genios apocados eran por fortuna pocos 
              y despreciados, perdiéndose en el vacío sus gemidos y censuras, 
              apagados por la aclamación general que lanzó Suger: "Mientras 
              más valor tienen las cosas, más obligación hay de consagrarlas a 
              Dios".  
                  Aragón no fue a la zaga en este resurgir del arte 
              y esmaltó su fértil suelo con monumentos a cual más notable, combinándose 
              con exquisito gusto el yacente románico con el naciente ojival. 
               
                  Concretándonos al templo de Foces, cuyo ameno paraje 
              viene a acrecentar sus bellezas, diremos que afecta la forma de 
              cruz latina, de una sola y ancha nave, siendo románico en su base 
              para continuar la bóveda ojival con rica ornamcentación en la capilla 
              mayor y laterales. La puerta principal, que da acceso al templo, 
              está labrada con el más exquisito gusto románico y consta de cuatro 
              arcos semicirculares que disimulan el grueso del muro, ricamente 
              bordados en zig-zag; en arcos recortados, en medias cañas y en puntas 
              de diamante quedando encerrada toda la arquivolta por linda franja 
              que cubre también con idéntico dibujo la imposta de sus labrados 
              capiteles de forma corintia, con su ábaco cubierto de hojas de fina 
              labor. Desprovistos de columnas estos capiteles, dejan al descubierto 
              el muro, que está trabajado con sumo cuidado y simulando con medias 
              cañas los fustes de las columnas.  
                  El ser esta portada en un todo igual a la de la ermita 
              de Salas la cual está también sin colunmas, como igualmente la de 
              la Catedral de Huesca, que comunica con el claustro, hace suponer 
              que esta supresión fue gusto del arquitecto que las hizo. El tímpano 
              o dintel de la portada de Foc¢s está labrado de finísima labor que 
              oculta el espeso blanqueo que le dieron a mediados del siglo XlX, 
              no pudiendo apreciarse por ahora lo que en su día, cuando se desprenda 
              la cal, será la admiración de los visitantes.  
                  Cubre tan notable portada, digna de suntuosa Catedral, 
              una ligera comisa, descansando en catorce canecillos de sencilla 
              traza.  
                  Recorriendo su exterior encontramos en el muro del 
              crucero el escudo de los Sanjuanistas, consistente en la cruz de 
              ocho puntas en memoria de las ocho bienaventuranzas. Además se nota 
              muy bien en cada piedra las runas o iniciales, o mejor dicho los 
              signos que cada caqtero tenía para saber las piedras que labraban: 
              idénticos a estos signos que se ven en Foces se encuentran en los 
              muros de Montearagón, y el castillo de Loarre, lo cual demuestra 
              lo mucho que se usó esta costumbre.  
                  El ábside está formado por tres: el central que corresponde 
              al presbiterio y los dos laterales que pertenecen a las dos capillas 
              laterales con las que se llena el espacio del crucero. El ábside 
              central es octógono con gruesos contrafuertes que suben hasta el 
              tejado; rasgados su lienzos con largas ventanas coronadas de arcos 
              ojivales unas veces, otras con arcos de medio punto y adomados con 
              delgadas y esbeltas columnitas, disimulando el grueso del muro, 
              con capiteles de forma cónica, pequeños y con follaje. Estas ventanas 
              estuvieron en un principio abiertas, con vidrieras, con lo que habría 
              abundantísima luz en el interior. En la actualidad están tapiadas, 
              produciendo la impresión triste que forma un rostro con los ojos 
              cerrados. Los ábsides laterales son en un todo iguales al central, 
              pero quedándose más bajos para así realzar más la belleza del central 
              en cuya parte alta borda el muro un precioso rosetón destrozado 
              y ruinoso por el sentimiento de los sillares laterales, cuya restauración 
              se está haciendo en la actualidad. La cornisa que sostiene el tejado 
              descansa en una serie de canecillos sencillos y el tejado a su vez 
              descansa inmediatamente en bóvedas sin maderaje alguno, porque la 
              bóveda está formada de piedra labrada como se hacía en las construcciones 
              románicas, cuya solidez es indiscutible.  
                  En el sitio donde hoy se ha improvisado el campanario 
              levantábase una torre cuadrada que llamaríamos la del homenaje, 
              la cual se comunicaba con las habitaciones del Comendador. El claustro 
              estaba al Norte del templo y aún se conserva restos del arranque 
              de la bóveda, descansando en los muros del templo y la puerta que 
              comunicaba con él. 
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